Las mujeres son peligrosas y deben estar, sin
ninguna excepción, en casa. Y no lo digo yo, obviamente, es una afirmación del patriarca
de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Kirill, quien asegura que “el feminismo es muy
peligroso”. Y debe serlo para él, por supuesto, y más si esas pobres señoras
que viven en Rusia enarbolasen la bandera de la libertad como hicieran allá a
finales del siglo XIX–principios del XX aquellas que lucharon por obtener esa
equiparación de derechos fundamentales.
¿Qué pensarían ellas si viviesen en nuestro
siglo y pudieran observar barbaridades de este estilo? Creo que nunca soñaron
con empezar una revolución para acabar metidas –como hasta entonces- en sus
casas, cuidando de sus hijos, dedicada a sus labores diarias y a estar
pendiente únicamente de sus maridos.
Genes diferentes
Y no hay nada malo en eso; pero al menos
debería ser una opción muy personal y, sobre todo, no impuesta y, mucho menos,
por otro hombre que se siente superior, sólo por el hecho de haber nacido con
cromosomas diferentes.
No tiene ningún sentido. Y, además, así no
avanzaremos nunca. Nos quedaremos estacados en siglos anteriores y no creo que
la mayor parte de las mujeres queramos algo así. Evolución, eso sí nos suena
mucho mejor a todas.
A este respecto, el jefe principal de la
Iglesia rusa no pestañea al asegurar que “el hombre ha de estar enfocado hacia
afuera, a trabajar y ganar dinero y la mujer hacia adentro de la casa, donde
están los niños. Si esto no sigue siendo así, la patria rusa puede quedar
destruida”.
Sociedad justa
Quizás este señor no sabe que destrucción es
igual a no educación, estudios ni preparación y que una sociedad en la que no
se trata a todos por igual, nunca puede ser una sociedad justa.
Pero a él eso no creo que le importe demasiado.
Será tratado como un líder, un ser superior (¿por naturaleza/elección/religión…?)
y su única misión es criticar sin más para apoyar a su amigo Vladimir Putin
cuando alguna de esas “insensatas feministas” se les echa encima reivindicando
alguna causa justa.